La formación de una conciencia histórica Luz Elena logra
reunir un conjunto de diecinueve colaboraciones, que tienen su origen en el
coloquio Enseñanza de la Historia en México, celebrado en la Academia Mexicana
de Historia, en el año 2005, y éste es uno de los primeros aciertos de la
publicación, que la propia Academia se ocupe de estas temáticas e incida en las
posibilidades de su difusión a través de una cuidadosa y pulcra edición.
Los textos, en su totalidad, dan cuenta de un campo de tensiones, donde
la historia es interrogada en su sentido vital, en su condición de “saber
necesario”, cuyos polos serían, por un lado, el propio de un proyecto de
globalización económica, social y cultural que, como vuelta de tuerca,
nuevamente nos depara altas cuotas de homogeneización y uniformidad
en los modos de pensar, de hacer, de sentir, en igualdad de superficie que
diluye diferencias histórico-culturales; el otro polo, apela a la utopía de
sociedades plurales en sus expresiones, armoniosas y tolerantes en el reconocimiento
de la diferencia.
La enseñanza de la historia, su razón de ser en nuestras actuales sociedades,
es leída por Oresta López desde la perspectiva que nos ofrece Edgar
Morin a través del paradigma de la complejidad, en general y, más particularmente,
de la respuesta que da a la ONU y a la UNESCO, en términos
de los Siete saberes necesarios a la educación del futuro.
Desde la experiencia de la formación de educadores que trabajan con
poblaciones indígenas, Amalia Nivón se plantea cuál puede ser la historia
pertinente para estos grupos, su razón de ser en la perspectiva de los programas
de educación intercultural bilingüe, lo que la conduce a incursionar
en las articulaciones entre memoria histórica de las minorías étnicas y conocimiento
histórico, planteándose contenidos y dispositivos para que estas
poblaciones se sientan integradas en la perspectiva de lo nacional a
través del conocimiento de la historia local de sus comunidades y la comprensión
del papel que han desempeñado como sujetos históricos.
Desde un enfoque etnográfico, María Guadalupe Mendoza nos dice
que el profesor deberá iniciar con el análisis de su práctica para identificar
los problemas que enfrenta. Esto lo llevará a reconstruir su concepto
de historia y de enseñanza para seleccionar, jerarquizar y/o correlacionar
tantos los conceptos como las categorías que resultan significativos a partir
de los conocimientos previos de los alumnos. Las investigaciones de los alumnos arrojarían ideas y prenociones que podrían generar preguntas
y, con esta base –nos dice la autora– “el maestro está en posibilidades
de establecer un marco de ubicación temporal y espacial de los hechos
históricos y leer con los alumnos el libro para hacer una lectura problemática
que permita la reflexión, no sobre ‘lo leído’, sino sobre el ‘sentido
de lo leído’.