Entre los manifiestos más significativos, después del Plan de San Luis –donde se convocó a la población a tomar las armas para defender el voto–, está el Plan de Ayala, considerado por el historiador John Womack como “la sagrada escritura” de los zapatistas.
Firmado el 25 de noviembre de 1911 y proclamado tres días más tarde, este plan señaló las violaciones hechas por Francisco I. Madero al lema Sufragio Efectivo No Reelección, la imposición de José María Pino Suárez como vicepresidente, así como la de varios gobernadores de los estados, no obstante la facultad de cada jurisdicción para elegir a sus gobernantes.
El documento zapatista desconoció a Madero como presidente y líder de la Revolución y propuso su derrocamiento, reconociendo como jefe del movimiento al general Pascual Orozco y, de no aceptar el cargo, al general Emiliano Zapata.
La Junta Revolucionaria del estado de Morelos manifestó que hizo suyos los ideales del Plan de San Luis para defenderlos hasta la muerte y que no abandonaría las armas hasta que las dictaduras de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero se vieran nulificadas.
Las propiedades comunales, montes o aguas que se encontraran en manos de hacendados, caciques o científicos les serían expropiadas para entregarlas al pueblo. Para llevar a cabo las expropiaciones se aplicarían las leyes de desamortización que estableció Juárez. Los jefes militares y políticos que apoyaran a Madero y se opusieran al Plan de Ayala serían juzgados y acusados de traicionar a la patria.
Firmado el 25 de noviembre de 1911 y proclamado tres días más tarde, este plan señaló las violaciones hechas por Francisco I. Madero al lema Sufragio Efectivo No Reelección, la imposición de José María Pino Suárez como vicepresidente, así como la de varios gobernadores de los estados, no obstante la facultad de cada jurisdicción para elegir a sus gobernantes.
El documento zapatista desconoció a Madero como presidente y líder de la Revolución y propuso su derrocamiento, reconociendo como jefe del movimiento al general Pascual Orozco y, de no aceptar el cargo, al general Emiliano Zapata.
La Junta Revolucionaria del estado de Morelos manifestó que hizo suyos los ideales del Plan de San Luis para defenderlos hasta la muerte y que no abandonaría las armas hasta que las dictaduras de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero se vieran nulificadas.
Las propiedades comunales, montes o aguas que se encontraran en manos de hacendados, caciques o científicos les serían expropiadas para entregarlas al pueblo. Para llevar a cabo las expropiaciones se aplicarían las leyes de desamortización que estableció Juárez. Los jefes militares y políticos que apoyaran a Madero y se opusieran al Plan de Ayala serían juzgados y acusados de traicionar a la patria.
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