viernes, 20 de noviembre de 2015

REMINISCENCIAS DE LA HISTORIA - MÉXICO VIEJO Y ANECDÓTICO

Obra histórica que recorre los cuadros costumbristas del México colonial, escrita por Luis González Obregón; escritor, historiador, bibliotecario, cronista vitalicio de la ciudad de México y general de brigada durante la Revolución mexicana.

González Obregón estudió en la Escuela Nacional Preparatoria, recibió clases de Ignacio Manuel Altamirano, de quien aprendió la pasión y el arte de recrear la historia como si fuera un viaje interminable de cuentos y leyendas, que nos llevan de los hechos verídicos hacia la cotidianidad. En 1885, al lado de otros grandes intelectuales, fundó el Liceo Mexicano Científico y Literario que subsistió hasta 1894; colaboró en el Museo Nacional de Antropología. En 1911 se le encargó la Comisión Reorganizadora del Archivo General de la Nación; más tarde, asumió la dirección del AGN hasta 1917. Asimismo, ingresó como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Academia Mexicana de la Historia, presidió esta última de 1919 a 1922. Antes de fallecer –el 19 de junio de 1938, en la ciudad de México– una ceguera le impidió seguir escribiendo sobre la vida costumbrista y anecdótica del México virreinal.

El fondo bibliográfico del gran escritor, custodiado en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, está conformado por más de 10 mil volúmenes; sobresalen 500 obras con dedicatorias autógrafas de otros intelectuales, señal inequívoca de que fue amigo de sus pares.

El ejemplar de México viejo y anecdótico, es invaluable porque ostenta una dedicatoria autógrafa del autor para el médico Ricardo César Margáin, y por acompañarse de un "testigo": un recorte de periódico que habla de la venta de Palacio Nacional hace ya algunos siglos, pertenece al Fondo Bibliográfico "Arquitecto Carlos Lazo Barreiro" y es un buen ejemplo para hablar de la majestuosa facilidad que tuvo "Ronzalitos" –como cariñosamente le llamaban sus allegados– de indagar en las fuentes documentales hasta "hallar" el hecho histórico.

ARTE DE ESCRIBIR

En 1798 se publicó Arte de escribir por reglas y con muestras según la doctrina de los mejores autores antiguos y modernos, extranjeros y nacionales; el primer libro que circunda el sistema de enseñanza lectura-escritura y que por decreto real fue obra oficial para la enseñanza de la lectura y escritura en todas las ciudades, villas y lugares del reino. Este libro, incuestionable por su valor histórico y por el conocimiento que trasmite, incorpora la erudición de Torcuato Torío de la Riva y Herrero ante la historia cultural de nuestro país.

A finales del periodo colonial novohispano, la educación impartida a los niños se enfocaba a la lecto-escritura. El problema se agudizaba por la disyuntiva que prevalecía entre las dos técnicas caligráficas utilizadas en la enseñanza de las letras; el primer estilo aseguraba que la escritura caligráfica era un acto mecánico que sólo requería de paciencia y cuidado para su ejecución. El segundo método establecía reglas y preceptos de precisión, líneas y formas geométricas. A principios del siglo XIX, ambas tendencias educativas fueron substituidas por la innovadora didáctica expuesta en el libro de Torío de la Riva.

Don Torcuato Torío de la Riva y Herrero es considerado uno de los mejores calígrafos españoles. Nació el 1 de abril de 1759 en la localidad de Villaturde (Palencia). Sin haber visitado jamás el territorio de la Nueva España, aportó un legado ideológico que forma parte de nuestra identidad cultural.

En la Universidad de Valladolid estudió latín, teología y jurisprudencia en 1773. Tres años después, trabajó como aprendiz de trazador de letras junto a don Rafael de Floranes, historiador, jurista y polígrafo español, quien le enseñó la belleza de la caligrafía hasta hacerlo un adelantado en las cuestiones del trabajo de archivos, historia, paleografía y diplomacia. A la par, se inscribió en la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando para tomar clases de matemáticas y para perfeccionar los idiomas francés, italiano e inglés.

REVOLUCIÓN - La “sagrada escritura de los zapatistas” y el reparto agrari

Entre los manifiestos más significativos, después del Plan de San Luis –donde se convocó a la población a tomar las armas para defender el voto–, está el Plan de Ayala, considerado por el historiador John Womack como “la sagrada escritura” de los zapatistas.
Firmado el 25 de  noviembre de 1911 y proclamado tres días más tarde, este plan señaló las violaciones hechas por Francisco I. Madero al lema Sufragio Efectivo No Reelección, la imposición de José María Pino Suárez como vicepresidente, así como la de varios gobernadores de los estados, no obstante la facultad de cada jurisdicción para elegir a sus gobernantes.
El documento zapatista desconoció a Madero como presidente y líder de la Revolución y propuso su derrocamiento, reconociendo como jefe del movimiento al general Pascual Orozco y, de no aceptar el cargo, al general Emiliano Zapata.
La Junta Revolucionaria del estado de Morelos manifestó que hizo suyos los ideales del Plan de San Luis para defenderlos hasta la muerte y que no abandonaría las armas hasta que las dictaduras de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero se vieran nulificadas.
Las propiedades comunales, montes o aguas que se encontraran en manos de hacendados, caciques o científicos les serían expropiadas para entregarlas al pueblo. Para llevar a cabo las expropiaciones se aplicarían las leyes de desamortización que estableció Juárez. Los jefes militares y políticos que apoyaran a Madero y se opusieran al Plan de Ayala serían juzgados y acusados de traicionar a la patria.

Educación en México en las primeras dos décadas del siglo XX

La Universidad Popular Mexicana (UPM) se constituyó en 1912 como una institución dependiente del Ateneo de México (antes denominado Ateneo de la Juventud) y funcionó hasta 1920.


Alfonso Pruneda fue el rector de esa universidad que se propuso abrir las puertas escolares llevando la UPM junto con sus profesores –entre otros: Antonio Caso, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes, Vicente Lombardo Toledano, Pedro Henríquez Ureña, Erasmo Castellanos Quinto–  a las calles, talleres y plazas populares para ofrecer  educación y cultura, a decir de ellos: “los remedios del alma”.
El artículo 3° consagró la educación gratuita, obligatoria y laica, para que todo niño mexicano tuviera acceso a ella. Estos principios fueron secundados durante el gobierno de Álvaro Obregón.
Una de las propuestas de este periodo fue la de las “ligas patriótico-moralizadoras” que deseaban instalar bibliotecas populares sin la intervención económica de los gobiernos de los estados o la federación; organizar conferencias públicas para todas las clases sociales sin tratar cuestiones políticas ni religiosas.
En los documentos que aquí presentamos se observan ejemplos de las actividades realizadas en favor de la educación; el primero es la respuesta que se le da a la solicitud del arquitecto Federico E. Mariscal para tomar fotografías y medir algunos edificios para continuar con las conferencias de la UPM; el segundo es la remisión al presidente Obregón para desarrollar la Gran Comisión de Propaganda de las Ligas Patriótico Moralizadoras de la República en el estado de Michoacán en septiembre de 1922.

INDEPENDECIA - MIGUEL HIDALGO

Nació en la hacienda de Corralejo, en Pénjamo, Guanajuato, el 8 de mayo de 1753. En Valladolid (hoy Morelia) estudió en el Colegio de San Nicolás Obispo, del cual llegó a ser catedrático y rector, después de obtener el grado de bachiller. En 1792 se ordenó como sacerdote, ejerciendo su ministerio en el curato de Dolores. Su pensamiento liberal lo llevó a unirse al grupo de insurgentes que conspiraban en Querétaro en favor de la independencia de México.

En sus reuniones, los independentistas planeaban que el movimiento armado se iniciara en octubre, de 1810, pero descubierta la conspiración y detenidos varios de los involucrados, doña Josefa Ortiz de Domínguez informó de esto a Allende e Hidalgo por lo que se decidió efectuar el levantamiento en el acto y así, al amanecer del 16 de septiembre de 1810, los vecinos del pueblo de Dolores: alfareros, carpinteros, herreros y campesinos, acudieron al llamado del padre Miguel Hidalgo y Costilla, al lado de Aldama, Allende y Abasolo para iniciar la lucha por la independencia. 

En poco menos de dos semanas el combate fue favorable: el ejército insurgente obtuvo plazas como Atotonilco, San Miguel el Grande (hoy de Allende), Salamanca, Irapuato y Silao. 

Al llegar a Guanajuato, los españoles, junto con sus familias, se refugiaron en la alhóndiga de Granaditas, convertida en fortaleza, donde el 28 de septiembre, después de una sangrienta lucha, los insurgentes derrotaran a los españoles y obtuvieron la ciudad. Posteriormente, don Miguel Hidalgo se dirigió a Valladolid, lugar en el que publicó un decreto aboliendo la esclavitud en la Nueva España. 

El 30 de octubre de 1810, rumbo a la ciudad de México, Hidalgo y su ejército derrotaron al brigadier Torcuato Trujillo en el monte de las Cruces. La toma de la capital era inminente, pero Hidalgo ordenó la retirada de sus tropas. En su paso por Guadalajara, el 26 de diciembre, Miguel Hidalgo estableció un gobierno con él como dirigente y dos ministerios, además publicó varios bandos y proclamas en el periódico insurgente: El Despertador Americano. 

En Puente de Calderón, los realistas, al mando del general Félix Calleja, derrotaron a Hidalgo y a su gente, obligándolo a huir a Aguascalientes y seguir luego a Zacatecas.
El 21 de marzo de 1811, al llegar a Acatita de Baján, Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez fueron traicionados por Ignacio Elizondo. Capturados, fueron trasladados a Chihuahua; Hidalgo fue enjuiciado, degradado y ejecutado el 29 de julio de ese mismo año.

TEMBLORES DE LA GUERRA

Como cualquier espacio territorial del mundo, México ha sido escenario de grandes desastres naturales: sequías, inundaciones, erupciones volcánicas y terremotos, entre otras calamidades.

Los mexicas conocían la existencia de los temblores volcánicos y tectónicos según lo refieren códices como el Aubin y el Telleriano. En la época colonial, Francisco Javier Clavijero y fray Bernardino de Sahagún reportaron con detalle los efectos de varios sismos importantes en el país.

A fines del siglo XVIII una forma curiosa de medir estos fenómenos podía ser el rezo, tal como lo consignó en su edición del 5 de abril de 1768 la Gaceta de México al reseñar: "El terremoto de ayer al amanecer el día, tuvo una intensidad de credo y medio".

Entre la documentación resguardada en el AGN hay referencia de dos sismos ocurridos en la primera década del siglo XIX, justamente previo al inicio del Grito de Dolores y durante la lucha independentista. En un informe dirigido al virrey por el gobernador de la provincia de Baja California, Felipe de Goicoechea, éste alude al sismo ocurrido el 27 de agosto de 1810 y a sus continuas réplicas que causaron daños graves, ya que destruyeron los edificios principales y provocaron amplias y numerosas grietas en el suelo; debido a que muchas zonas quedaron inhabitables; se pedía autorización para que los damnificados pudieran trasladarse a otras localidades.

El otro documento es un oficio donde se informa que el rey fue enterado de los daños causados por los temblores ocurridos en la ciudad de México, Veracruz, Oaxaca y pueblos aledaños los días 9 y 12 de marzo de 1819.